El fiscal del miedo

28 Noviembre, 2018

Por ELMER MONTAÑA

El debate de control político promovido por algunos senadores de la oposición contra el Fiscal General de la Nación, no puede valorarse de manera ramplona y frívola buscando ganadores o perdedores, como si se tratara de un partido de futbol. Si de eso se trata podríamos decir que perdió el país y la democracia, debido a la grosera manipulación del presidente del senado, el ilustrado Macias, quien le entregó el uso de la palabra al fiscal, sin límite de tiempo y luego suspendió el debate impidiendo las explicaciones de Petro, al video que Paloma Valencia sacó a relucir, en una típica jugada del uribismo de tender cortinas de humo para evitar que la sociedad vea la podredumbre que carcome nuestras instituciones.

Macias no puede seguir presidiendo el senado actuando como capataz en alguna de las fincas de su jefe político. Su comportamiento caprichoso y antidemocrático configura una causal de pérdida de investidura que debe ser resuelta por el Consejo de Estado.

Pero Macias no fue el único que actuó con ínfulas de dictador tropical; el protagonista del debate, Néstor Humberto Martínez, se despojó de la máscara de hombre tranquilo y cerebral para mostrar su verdadera cara de fiscal autoritario, iracundo y amenazante, que ya habíamos advertido.

Lo que vimos en televisión no corresponde al comportamiento de un jurista, ni al temple de un funcionario firme en sus convicciones, sino a la conducta de un sujeto acorralado por sus propias mentiras y obnubilado por el poder.

Martínez perdió el control de sus emociones, encorvó la espalda y con la mano derecha lanzaba anatemas y denuestos contra sus opositores, adornando su rabiosa diatriba con una risita burlona y fingida. Para amedrentar a quienes han exigido su renuncia no dudó en calificarlos como participes de una conspiración y, como anticipo de lo que podrían enfrentar, refirió que tenía conocimiento de reuniones, gestiones, comentarios y mensajes cruzados entre periodistas y citantes al debate con Enrique Pizano y Luis Fernando Andrade.

La única forma en que Martínez pudo haber obtenido tanta información privilegiada, insulsa por cierto, y saber el contenido de los chats a que hizo alusión, es a través de seguimientos e interceptación de los teléfonos de las personas que mencionó. También es altamente probable que haya ordenado la instalación de micrófonos en la sede de Noticas Uno y en las casas de quienes considera sus enemigos y califica a la vez enemigos de la fiscalía y por lo tanto de todos los colombianos.

Martínez delira, porque no le queda otro camino. Miente y distorsiona la verdad porque sabe que sus mentiras tendrán eco. Amenaza porque tiene el poder en sus manos. El mayor de los poderes que confiere nuestra impúber democracia. En momentos como este cobran vigencia las palabras del ex fiscal Gustavo de Greiff, quien presagiando la amenaza en que podría convertirse la fiscalía, si caía en manos de delincuentes, pidió que le restaran poder al fiscal.

No le hicimos caso y ahora estamos pagando las consecuencias. Martínez no piensa renunciar pero no dudará en usar el ente acusador para perseguir a los “conspiradores” que a estas horas “somos muchos”. Tendremos un fiscal furioso y resentido capaz de cualquier cosa con tal de mantenerse el cargo. No le bastará sostener en sus puestos a los familiares de los congresistas “claves”, ni promover un fiscal ad hoc, tampoco le será suficiente el apoyo tácito de Santistas y Uribistas, eternamente agradecidos porque bendijo sus campañas presidenciales con impunidad, pese a las pruebas que demuestran que recibieron dineros de Odebrecht, el fiscal quiere ver correr la sangre de sus acusadores y para ello pactará con el diablo si es preciso.

Anoche Néstor Humberto Martínez anunció que será el “fiscal del miedo”, pero no para los delincuentes, quienes deben estar dichosos al ver caer a pedazos la credibilidad de la fiscalía y la justicia colombiana, sino para las personas que desde diferentes sectores de la sociedad civil hemos asumido la defensa de las instituciones y consideramos que Martínez mancilla la dignidad del cargo por sus censurables e imperdonables actuaciones.

El país necesita que hablemos claro. No podemos caer en las trampas ni correr tras el humo que tienden los amigos del actual fiscal. Si bien es cierto no existe un mecanismo legal que permita apartar del cargo a este siniestro personaje, más allá de la Comisión de Acusaciones, cuyo representante investigador, para este caso, es hijo de padres judicialmente declarados corruptos, también lo es que los colombianos contamos con herramientas democráticas y pacíficas para ejercer la suficiente presión que obligue a Martínez a renunciar.

El poder radica en el pueblo y no en la voluntad de funcionarios indecentes. Martínez podrá ordenar cualquier clase de atropellos pero tendrá que salir por una ventana del buker cuando comprenda que es un fiscal de papel al que nadie le cree y un mal ejemplo para la sociedad.

Pase la voz, con fuerza: RENUNCIE FISCAL.